miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA FILOSOFÍA Y SUS DISCIPLINAS

LA FILOSOFÍA Y SUS DISCIPLINAS
Por el Prof. Pablo H. Bonafina


            Tal vez haya hoy más acuerdo entre los diferentes autores en hablar de “disciplinas filosóficas” que de “Filosofía”. A este respecto, es preciso tener en cuenta que es cierto de que antes de que pueda hablarse de “Filosofía”, entendida como una ciencia y saber sustantivo (y propio) hay que hablar de “filósofos” y, si cabe, de “filosofías” o “disciplinas” que han sido surgiendo según los distintos objetos de la realidad en los que el hombre ha centrado su atención y de pensamientos y pensadores que, años más tarde, han sido estudiados y sistematizados por otros.

La Metafísica u Ontología es la llamada “filosofía primera” no por ser la primera en aparecer en la historia sino porque considera a lo “primordial”, al “ser” y a la “existencia” en sí, desprovistos de toda determinación. No trata acerca de un ser o existente en particular, sino de aquello que puede decirse de todos y cada uno de los seres que existen. Es el estudio más abstracto y profundo que puede hacerse acerca de aquello que constituye el fondo de la realidad: el ser, y trata de llegar hasta sus mismas causas.

La Cosmología o Filosofía de la Naturaleza es una antigua disciplina científico-filosófica que considera desde la perspectiva filosófica aquellos fenómenos naturales que siempre han sido un interrogante para el hombre, tales como son: la materia, el tiempo, el movimiento, el espacio, el cambio, etc.

La Antropología antiguamente era la ciencia que estudiaba al hombre en cuanto tal, su naturaleza, sus facultades y sus manifestaciones fundamentales, pero hoy se va encaminando esta disciplina hacia la independencia como ciencia, centrando su objeto en el fenómeno propiamente humano: la cultura y las civilizaciones, hasta poder llegar a la reconstrucción paleontológica, arqueológica y genética del proceso de hominización.

La Gnoseología o Teoría del conocimiento tiene como objeto de estudio al conocimiento humano (tanto el acto del conocimiento humano como el resultado de dicho acto). Estudia desde el origen y la esencia del conocimiento, hasta las relaciones entre objeto y sujeto, las percepciones, la verdad (y su misma posibilidad) y los diferentes estados de la mente frente a la realidad.

La Lógica es por la mayoría de los autores considerada como una disciplina introductoria a la Filosofía. Ella le brindó, desde el principio, a ésta todo el instrumental terminológico para que aquella pueda expresarse con rigor científico, analizando sus proposiciones, y estudiando las leyes y estructuras que originan los pensamientos y las reflexiones. Hoy se divide en clásica o simbólica, moderna o matemática, al incorporar métodos de la ciencia matemática para analizar estructuras lógicas.

La Ética es la disciplina filosófica que reflexiona entorno al obrar humano. Analiza los elementos del acto, sus objetos, fines y circunstancias desde la perspectiva de la “moralidad” (ya sea su “bondad o maldad”) e intenta orientar el obrar del hombre para que éste no termine contradiciendo la naturaleza profunda de su ser. La Axiología es una “versión moderna” de la ética que analiza los actos humanos desde la perspectiva de los valores, al tiempo que la validez, jerarquías y escalas, y objetividad de los mismos.

La Psicología y la Sociología antiguamente eran ramas de la filosofía, pero desde hace unos años son disciplinas separadas. La primera se ocupa del psiquismo humano, y las motivaciones conscientes o subconscientes del obrar del hombre. La segunda tiene por objeto al hombre en sociedad, su vida, sus vínculos y sus manifestaciones en comunidad.

La Epistemología o Filosofía de la ciencia es la disciplina filosófica que mira a todas las ciencias, sus objetos, métodos y procedimientos, traza sus límites y ámbitos de competencias, por eso se la llama “la ciencia de las ciencias”.

La Estética, o Filosofía de arte, tiene como objeto las realidades de “hechura humana” que no entran en el ámbito de la técnica, y reflexiona acerca de las formas de expresión, desde las categorías de la armonía y la belleza.

La Filosofía del lenguaje es una disciplina joven que analiza los modos, elementos y estructuras internas de los diferentes modos de lenguaje existentes.

La Filosofía de la religión trata de rastrear el origen del fenómeno religioso en general, en sí mismo, tal como los hombres lo han ido manifestando a lo largo de la historia. No se relaciona con ninguna creencia en particular, pues la creencia entra dentro de sus objetos de estudio, así también como “lo divino”.

Discuten muchos si debe considerarse a la Teología como una disciplina filosófica, pero otros tantos afirman que es una “ciencia religiosa”. (Se discute también si se trata de una ciencia objetiva, pues habría tantas teología como credos y religiones). Pero más allá de las discusiones entorno a su objeto (Dios y la revelación a los hombres, sustentada en los textos bíblicos y en la historia) cualquiera que haga un serio acercamiento a ella, advertirá que se sirve del lenguaje y método científico para explicar sus creencias y expresar su fe.

La Filosofía del derecho estudia las normas jurídicas y su vinculación con la justicia. Se vincula estrechamente con la Filosofía política, que tiene por objeto las diferentes teorías acerca del Estado, y sus formas ideales y concretas.

La Filosofía de la historia trata de descubrir si la historia tiene un sentido, una dirección, y si éste puede descubrirse e interpretarse a través de los acontecimientos. Es una reflexión filosófica sobre la historia y sus diferentes etapas.

El intento moderno (e iluminista) de construir un saber (Filosofía) o ciencia universal y unitario, acerca de los distintos grandes temas e interrogantes del hombre y del universo es un proyecto relativamente moderno y, para muchos, cuestionable en su mismo origen. Para algunos, lo único que encontramos en la historia del pensamiento filosófico son, precisamente, pensamientos, reflexiones, interpretaciones que distintos hombres hicieron de la realidad o de algún aspecto de ella. Cierta y obviamente que cada autor tendrá pretensiones de objetividad, pretensiones que se constatan también en los expositores y profesores de los grandes temas y disciplinas de filosofía, pues habiendo elaborado una síntesis la presenta como “una filosofía” o visión global de la realidad.

Lo cierto es que, más allá de sus concretas realizaciones, la opinión de la mayoría de estudiosos sostiene que “la FILOSOFÍA –así, en singular– no existe. Esta palabra no designa más que el amor al saber.Expresa una actitud, un anhelo… una actitud espiritual” (Alejandro Korn, SISTEMA FILOSÓFICO).

Referencia al texto

lunes, 28 de diciembre de 2015

El Dandismo: Charles Baudelaire




El Dandismo

El dandi solo existe cuando hay ojos, los suyos u otros, para mirarlo.

Jules Barbey d'Aurevilly


Charles Baudelaire (1821-1867),  hizo un estudio de las dos clases sociales entre las que era posible que el dandismo surgiera -entre una aristocracia pasada y una democrática burguesía-. Frente a la primera generación de dandys ingleses del siglo XVIII que pretendían ascender socialmente -queriendo aparentar valores propios de la aristocracia- los pertenecientes al dandismo francés consideran más propio distinguirse personalmente e individualizarse.

Baudelaire en Las flores del mal[1], y en sus Pequeños poemas en prosa y sus admirables páginas de crítica artística intentó encontrar un camino personal en medio de una época de transformaciones y de replanteamientos en el campo de los valores estéticos, artísticos, ideológicos y sociales.


El filósofo alemán W. Benjamin afirmará:

«[...] La importancia excepcional de Baudelaire es de haber sido el primero, y con el mayor rigor, en manifestar concretamente la fuerza productora del hombre alienado, convertido en extranjero ante sí mismo»[2].


En este contexto Charles Baudelaire, expone en Las flores del Mal, con diversos símbolos e imágenes, el tema del dandysmo que se resume en tres facetas diversas que trata con distintos matices. El Dandi orgulloso que no acata las normas sociales como símbolo de libertad; El Dandi que identifica el gusto por la nada, simbolizado por el Albatros que cuando llega a tierra se deshace y el Dandi hastiado, sin interés por la vida y en donde la muerte es su punto final.

Toda la filosofía del dandismo se fundamenta en dos conceptos: lo artificial en el plano estético y lo inútil en el plano moral. La obra de Baudelaire representa la depuración de todas las ideas anteriores, desde las de Byron a Barbey d’Aurebilly comprendiendo las de Stendhal y Balzac. En ellas se fundamenta la visión de su tiempo. Posteriormente no se agregó calidad sino novedad por exceso al tratarse el tema.

El Dandismo es, por encima de todo, un culto del yo. El dandi se transforma a sí mismo en objeto, mediante una manipulación caprichosa y fabuladora, para la pura y simple afirmación del yo: en palabras de Baudelaire, el dandysmo es "una especie de culto de sí mismo, que puede sobrevivir a la búsqueda de la felicidad que se descubre en los demás, por ejemplo en la mujer, y que hasta puede sobrevivir a todo lo que se suele denominar como ilusiones." El dandismo es un ceremonial, en el que el dandi es su sacerdote y su víctima. "El dandi no hace nada", sentencia Baudelaire, o al menos no hace nada productivo, excepto trabajar sobre sí mismo.


Baudelaire en su búsqueda de afirmación apela de forma constante a los valores tradicionales, a cual más reaccionario, "aquel perverso adopta de una vez por todas la moral más vulgar y rigurosa" en palabras de Sartre, remitiéndose a un mundo ya desaparecido para siempre con la revolución francesa; el mundo de un Joseph de Maistre . Baudelaire, en su indiferencia radical hacia todo lo que le rodea, se aferra al territorio mítico del mundo aristocrático, confundido con artificiosa ingenuidad con cierta aristocracia del espíritu. Es en este mundo establecido agonizante, parcialmente envilecido aunque todavía no derrotado por la democracia, donde el dandy puede afirmar su singularidad.

Nicolás Casullo, definió en su libro Itinerarios de la modernidad [3] al dandismo de la siguiente manera: “(…) una nueva religión de aquellos que están conformando las primeras avanzadas culturales y estéticas a mediados del siglo XIX. Dandi es aquel que hace de su propia figura, de su propia identidad, la mayor de las obras de arte (…) el dandi es un perfil fantasmal, pero también un lugar sin demasiados asideros (…) sólo odia lo vulgar, lo ramplón, la opinión de las masas, la propia democratización de la cultura”. Hay en esta definición muchas notas interesantes que exhiben al dandi en forma integral. El dandi tiene algo de infantil y mucho de reaccionario en su postura frente a la sociedad y la cultura.

El elemento de rebeldía que define al dandi  lo convierte, muchas veces, en un odioso obtuso que desdeña todo aquello que no provenga de sí mismo, perdiendo así la oportunidad de ejercer la búsqueda de lo nuevo. Dicha búsqueda queda reducida a “lo nuevo” dentro de un grupo minúsculo de aristócratas. El dandy, en su cruzada contra todo lo ramplón, recae en el sectarismo y la infamia.

Casullo agrega la referencia a la figura del flâneur que plantea Baudelaire. El flâneur es el que flota en la ciudad, la recorre, la mira, la visita diariamente.  Su poética tomará los temas de esa nueva ciudad: la multitud, lo anónimo, lo fugaz de las visiones, la maravillosa soledad de la noche y sus extraños personajes.

El término flâneur  procede del francés, y significa 'paseante', 'callejero'. La palabra flânerie ('callejeo', 'vagabundeo') se refiere a la actividad propia del flâneur: vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso.

El flâneur era, ante todo, un tipo literario en la Francia del s. XIX, inseparable de cualquier estampa de las calles de París. Llevaba aparejado un conjunto de rasgos variopintos: el personaje indolente, el explorador urbano, el individuo curtido en la calle, etc. Fue Walter Benjamin quien, a partir de la poesía de Charles Baudelaire, le hizo objeto del interés académico durante la pasada centuria, como figura emblemática de la experiencia urbana y moderna.3 Gracias a Benjamin, el flâneur pasó a convertirse en una figura importante para estudiosos, artistas y literatos.


El flâneur pierde algo de la petulancia del dandi; no aquella parte que corresponde a los deseos de un orden más elevado sino más bien la que está relacionada con las consecuencias políticas de su conducta. Su materia prima es la ciudad y su gente, la fascinación que siente no le permite aborrecer a la chusma, a los desechos de la sociedad moderna, o en todo caso no le permite aborrecerlos desde premisas racistas o aborrecerlos más que al resto de los estratos sociales.

El dandy precisa la ciudad para mostrarse; necesita un campo de ostentación. La ciudad es para el dandy, una pasarela para su vanidad física e intelectual; la ciudad es para el dandy, incluso, una especie de zoológico. El flanèur necesita a la ciudad para vivir, para ser poeta o artista, para ser.


Jules Amédée Barbey d'Aurevilly (Saint-Sauveur-le-Vicomte, 1808 – 1889) fue un escritor y periodista francés. Barbey fue un personaje imprescindible del mundo literario de su época.



[1] BAUDELAIRE, Ch. : Le Spleen de Paris, IX "Le Mauvais Vitrier" en la edición de SCTRICK,R.: Charles Baudelaire. Les fleurs du mal. Presses Pocket. París (1989)

[2] Citado por H.R. JAUSS en Pour une esthétique de la réception, Paris, Gallimard 1978, Pag. 201

[3] Casullo Nicolás, Forster Ricardo, Kaufman Alejandro. 1999.  Itinerarios de la Modernidad. Editorial: EUDEBA , pp. 375